Durante la jornada del pasado sábado, Arnedo se engalanaba como si fuera un domingo de mayo. La ocasión lo merecía, Octubre Corto, Festival de cine de Arnedo en La Rioja, hizo realidad un sueño perseguido y acariciado durante años. Celebrar la personalidad, la presencia y la esencia de una Mujer Rotunda, Ana Belén.

La entrega del Premio Rafael Azcona era la excusa perfecta para seducir a una de esas personas con la inteligencia para saber distinguir la genialidad en los otros, que sabe apreciar el brillo de aquellas y aquellos que la precedieron en el bello  y complejo arte de hacer disfrutar por medio de la cultura, de los que sembraron un camino en un terreno virgen y resbaladizo y ayudaron a potenciar el pensamiento crítico de una España yerma y sin color.

Ana embelesó a todo el que tuvo la suerte de cruzarse con ella, repartiendo su magnética energía, su inconfundible voz, su mirada profunda y una cercanía que arrebata y desarma. 

Da gusto escucharla. Emociona comprobar su sabiduría construida a golpe de curiosidad y respeto por los que la han acompañado durante casi sesenta años de trayectoria profesional. Aquellas y aquellos que le dieron la réplica en la escena, los que le mostraron la guia perfecta a partir de la obra de los clásicos y la animaron a descubrir lo que merecía ser leído, escuchado y vivido, sin imposiciones. Berta Riaza, Julieta Serrano, Agustín González, Fernando Fernán Gómez… ahí es nada.

Da gusto sentir como se deja llevar por la admiración ante los que se batieron el cobre antes que ella, abriendo paso, los que no sabían quien era Stanislavski, ni falta les hacía, los que ensayaban a golpe de intuición, a base de voluntad y tesón, de caída y vuelta arriba, de ensayo y error.

Si ya por la mañana, su encuentro con los medios, hacía presagiar una generosidad alejada de divismos y postureos a través de la profundidad de unas respuestas inteligentes y reflexionadas, lo de más tarde, a las puertas del Teatro Cervantes, atendiendo a arnedanos y arnedanas que la esperaban para verla dejar su huella en el Bulevar del calzado, fue más que profesión, fue un grifo abierto de calidez y cercanía.

La sobremesa redonda de la tarde puso el colofón. Fernando Méndez Leite, Luis Alegre y un certero y emocionado Bernardo Sánchez, Amigos y Cómplices, repartieron anécdotas por doquier, socarronería y lucidez a raudales. Aunque siendo sinceros, Ana Belen se bastaba y sobraba por sí misma para resplandecer, mucho más allá de su vestido rojo y una elegancia que viene e irá con ella hasta el último suspiro. 

Orgullo de mujer, siempre asumió y asume riesgos que la hacen sentirse viva. Ella nos contó que con trabajo y tesón se llega a muchos lugares y así lo ha demostrado. Con trabajo y un don innato que nos lleva a estremecernos, simplemente, cuando entona en bajito una canción.

Libertaria y luchadora, no piensa en el futuro ni el pasado, “fuera nostalgias”, viviendo el presente con los ojos bien abiertos y los sentidos alerta, no sea que se pierda algo.  Implicada hasta el tuétano en cada nuevo proyecto, cada nueva propuesta, cada nuevo reto que le ofrezca la oportunidad de lanzarse en un salto sin red, en una dimensión tan poliédrica que le permite mantenerse tan vida como feliz.  

A la vuelta, varios proyectos. Singulares, arriesgados, rompedores. Ana nos habla de alguno de ellos y la boca se nos hace agua…. En teatro, será Julieta de la mano de un Romeo, encarnado en el soberbio José Luis Gómez. 

¡Ana, vuelve pronto, por favor! Te queremos de vuelta, una y mil veces.